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NOVELAS DE AGATHA CHRISTIE
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A BUEN JUEZ, MEJOR TESTIGO

A BUEN JUEZ, MEJOR TESTIGO 6f3639

15/5/2025 · 31:01
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NOVELAS DE AGATHA CHRISTIE

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Solo un santo podria dar fe de la promesa de matrimonio hecha.... 6o3d5g

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Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

A buen juez, mejor testigo, una obra de José Zorrilla.

Acto primero Entre pardos nubarrones, pasando la blanca luna, con resplandor fugitivo, la baja tierra no alumbra.

La brisa con frescas alas juguetona no murmura, y las veletas no giran entre la cruz y la cúpula.

Tal vez un pálido rayo la opaca atmósfera cruza, y unas en otras las sombras, confundidas, se dibujan.

Las almenas de los torres un momento se columbran, como lanzas de soldados apostados en la altura.

Reverberan los cristales, la trémula llama turbia, y un instante entre las rocas riela la fuente oculta.

Los álamos de la vega parecen en la espesura de fantasmas apiñados, medrosa y gigante turba.

Y alguna vez desprendida, gotea pesada lluvia, que no despierta a quien duerme, ni a quien medita importuna.

Yace Toledo en el sueño entre las sombras confusa, y el tajo a sus pies pasando con pardas hondas lo arrulla.

El monótono murmullo sonar perdido se escucha, cual si por las hondas calles hirviera del mar la espuma.

¡Qué dulce es dormir en calma, cuando a lo lejos susurran los álamos que se mecen, las aguas que se derrumban! Se sueñan bellos fantasmas que el sueño del triste endulzan.

Y en tanto que sueña el triste, no le aqueja su amargura, tan incalma y tan sombría como la noche que enluta la esquina en que desemboca una callejuela oculta.

Se ve de un hombre que guarda la vigilante figura, y tan a la sombra vela que entre las sombras se ofusca.

Frente por frente a sus ojos un balcón a poca altura deja escapar por los vidrios la luz que dentro le alumbra.

Mas ni en el claro aposento ni en la callejuela oscura el silencio de la noche, rumor sospechoso turba, pasó así tan largo tiempo que pudiera verse duda de si es hombre o solamente mentida ilusión nocturna.

Pero es hombre, y bien se ve, porque con planta segura, ganando el centro a la calle, resuelto y audaz pregunta.

—¿Quién va? Y a corta distancia el igual compás se escucha de un caballo que sacude las sonoras herraduras.

—¿Quién va? Repite, y cercana a otra voz menos robusta responde.

—¡Un hidalgo! ¡Calle! Y el paso el bulto apresura.

—¡Téngase el hidalgo! El hombre replica y la espada empuña.

—¡Ved más bien si me haréis calle! Repitieron con mesura.

Que hasta hoy a nadie se tuvo Iván de Vargas y Acuña.

—¡Pase la cuña y perdone! Dijo el mozo en faz de fuga.

Pues, teniéndose el embozo, sopla un silbato y se oculta.

Paró el jinete a una puerta y, con precaución difusa, salió una niña al balcón, que llama interior a la umbra.

—¡Mi padre! Clamó en voz baja.

Y el viejo en la cerradura metió la llave pidiendo a sus gentes que le acudan.

Un negro por ambas bridas tomó la cabalgadura, cerróse detrás de la puerta y quedó la calle muda.

En esto, desde el balcón, como quien tal acostumbra, un mancebo por las rejas de la calle se asegura.

Asió el brazo al que apostado e hizo cara a Iván de Acuña.

Y huyeron en el embozo, pelando la catadura.

Acto número 2 Clara, apacible y serena, pasa la siguiente tarde.

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