#410 Arqueomantes de Necromunda por Juan Lamas (Cap 1) 3a3c22

Este podcast está inspirado en el universo de Warhammer 40.000 creado por Games Workshop.

Los personajes, eventos y tramas presentados son originales y no forman parte del canon oficial de Warhammer 40.000.

Este contenido es una obra de ficción que utiliza elementos del trasfondo de este universo como fuente de inspiración.

No tenemos ninguna afiliación con Games Workshop y no pretendemos infringir sus derechos de autor o marcas registradas.

El objetivo de este podcast es rendir homenaje y expandir la creatividad dentro de este rico universo narrativo.

Los archomantes de Necromunda. La verdad es una cadena envuelta alrededor del cuello de los ignorantes.

Es el palo que los fuertes usan sobre los débiles y es el medio por el cual la casa imperial gobierna sin temor.

En Necromunda, la verdad es el grillete que alta las almas a las ruedas de la industria.

Si crees que debes obedecer a tus superiores, entonces es verdad.

Si crees que tu cúpula no es una celda de la cárcel sino un refugio, entonces es verdad.

Y si crees que Lord Helwar es dueño de tu vida, entonces lo es.

Las casas nobles usan la verdad para gritar su dominio a los esclavos imponiendo somos los gobernantes legítimos y vosotros no podéis hacer nada.

Mientras que las casas de los clanes de Necromunda usan la verdad para responder a todas las preguntas de los esclavos.

Servimos a través de la industria y nuestro poder se mide en sudor y sangre entregadas por nuestros trabajadores.

Solo ocultos en las sombras somos verdaderamente libres y solo entonces ejercemos.

Cuando aceptamos que la verdad de Necromunda consiste en que no hay verdad en absoluto excepto la impuesta por los hombres codiciosos.

Las mentiras son la libertad y en ellas un trabajador puede deshacerse del yugo de las castas y la posición social impuesta.

Ya que cuando uno abraza la mentira, Necromunda deja de ser una prisión.

Enseñanza de la Casa de la Que Nací en el planeta con peor fama en el sextentrún solar, Necromunda.

No es una amenaza, créeme.

Un mundo colmena superpoblado y yermo, antaño rico en recursos naturales.

Nací en una región a la que llamaban formalmente el rompedizo.

Un estampadero de naves espaciales donde van a morir miles de cargueros, lanzaderas, incluso naves de batalla.

Casi como un baile sincronizado, a cada instante una de ellas realiza una reentrada en llamas iluminando el cielo cerrado.

Abriendo un breve portal entre las nubes negras que permite por unos minutos que entren los rayos de nuestro sol enfermo.

Atención, actitud subversiva.

Mi clan, por lo tanto, se dedicaba al negocio de chatarrero desde tiempo inmemorial.

En el rompedizo, un niño aprende a cortar tornillos con láser antes que aprender a controlar su esfínter.

Y no sería mala profesión de no ser porque nuestra fuente de ingresos solía caer a plomo sobre nuestras propias cabezas a la primera de cambio.

Además, teníamos que vernoslas con los furtivos.

Tipos organizados que sin pagar licencia acudían como moscas para robar nuestra preciosa chatarra.

Por eso te dije que abrir un agujero en aquel manparo sería tarea fácil.

He desguazado centenares de naves similares desde mi niñez.

Pero desmontar naves es difícil.