
Descripción de #40 - De los Quarrymen a los Moondogs. 6q1i2e
Programa 40 de Querido Lennon, podcast en el que José Ángel Martín te acerca la vida del genial artista de Liverpool de un modo narrativo. En este cuadragésimo episodio los Quarrymen pasarán a llamarse Johnny And The Moondogs. Espero que te guste. Música compuesta por Chefo Martín para Querido Lennon: Lennon's Dream. Landscapes With John. Fuentes: Biografía de John Lennon de Philip Norman. Tienes todos los enlaces de interés aquí: https://linktr.ee/sfbeatlespodcast Escúchame también en: Strawberry Fields: https://go.ivoox.librosgratis.biz/sq/1111010 Noches Templarias: https://go.ivoox.librosgratis.biz/sq/2496835 Escucha Querido McCartney: https://go.ivoox.librosgratis.biz/sq/2519388 Muchas gracias por escuchar Querido Lennon. Sin ti no sería posible seguir adelante. 602n44
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
En el episodio anterior recordábamos el debut de los Quarrymen en el Casbah Coffee Club, aquel sótano convertido en templo, en un rincón casi secreto donde la historia de la música comenzó a cambiar para siempre. Un lugar lleno de electricidad adolescente, de ambición mal contenida y de guitarras que por fin empezaban a sonar como gritos de futuro.
Hoy seguimos caminando por esas primeras huellas, porque si bien la historia de los Beatles aún no tenía nombre, estaba ya dejando marca. El grupo que tocaba en el Casbah no sólo se transformaría una y otra vez, sino que en el proceso encontraría su primer nombre legendario, Johnny and the Moondogs. Mi nombre es José Ángel Martín y te doy la bienvenida a Querido Lennon.
En el húmedo corazón de Liverpool, entre paredes desconchadas, tazas de té compartidas y guitarras aún por afinar, John Lennon, Paul McCartney y George Harrison estaban buscando algo más que un sonido. Estaban, sin saberlo, tanteando las primeras notas de una revolución cultural. En ese otoño de 1959, las hojas caían lentas en los jardines de West Derby, pero algo se agitaba con violencia bajo tierra, literalmente.
En el sótano de una casona antigua, el Casbah Coffee Club, inaugurado por la incombustible Mona Vez, hervía cada sábado con la energía caótica de un nuevo comienzo. Allí, en ese espacio a medio camino entre club y escondite secreto, los Quarrymen se presentaban como la atracción principal y, aunque su nombre seguía anclado en los días del esquífel y de la escuela secundaria, el aire que respiraban ya era otro.
Siete noches de sábado consecutivas tocaron en ese templo improvisado, mientras el sudor, el humo de las bebidas calientes y la electricidad de las primeras miradas cruzadas entre fans adolescentes se mezclaban en una atmósfera que tenía más de rito que de recital. Aquellos conciertos no eran sólo actuaciones, eran declaraciones de intenciones, desafíos a un mundo que aún no sabía a lo que estaba por llegar.
En esa efervescencia había una cuarta figura sobre el escenario, casi una sombra, un eco reciente del Les Stewart Quartet ya disuelto, Ken Brown. Él fue el hilo invisible que los conectó con la señora Vez, y durante unas semanas formó parte del conjunto sin apenas alterar el eje creativo del grupo. Pero su presencia aportaba algo, otra guitarra, otro cuerpo en el escenario y otra posibilidad.
El club fue un éxito inmediato. Atraía a decenas de jóvenes hambrientos de música, de identidad, de un sitio donde estar sin ser juzgados. Tal fue el gentío que Mona tuvo que contratar a un portero, un detalle que, aunque menor, marcaba la diferencia entre un club y un movimiento. El West Derby Reporter se hizo eco de la novedad. Su titular, «Casba tiene un nuevo significado para la juventud local», anunciaba algo más que una moda pasajera.
La nota venía acompañada por una imagen en blanco y negro que, con los años, cobraría valor de reliquia. John Lennon con su guitarra Club 40 apoyada en la rodilla, mientras estiraba los dedos hacia las notas más agudas del mástil, con una intensidad que hacía olvidar que solo tenía 18 años. Aquella fotografía fue la primera vez que la prensa local capturó no a un músico, sino a una leyenda en formación. Entre el público, cada noche, se repetían los rostros de quienes sabían que allí pasaba algo importante.
Uno de esos rostros era el de John Lennon.
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