14. Café y el último abrazo 💔 ¿Quién se va a enamorar de tu sonrisa? 6v4955

Bienvenidos a Un beso en la taza. Soy Olga Paraíso y hoy vamos a hablar de los abrazos en un café.

Hay lugares que parecen diseñados para quedarse en el corazón.

Lugares donde el tiempo parece detenerse y las emociones fluyen como si el aire las supiera acunar.

Uno de esos lugares es una pequeña cafetería antigua a la que solía ir.

Desde fuera, la cafetería apenas llama la atención.

Tiene una puerta de madera desgastada y las ventanas llenas de carteles de promociones antiguas que ya nadie recuerda.

Pero cuando cruzas la puerta, todo cambia.

El aroma a café recién molido te envuelve al instante.

Cálido y reconfortante, como un abrazo invisible.

El suave tintineo de una campanilla anuncia tu entrada.

Y el murmullo de conversaciones bajas y las risas que parecen darte la bienvenida.

Las paredes están decoradas con fotografías en blanco y negro.

Instantáneas de un pasado que aún vive en los detalles.

Una fotografía de un violinista, un grupo de niños jugando al aire libre, dibujos de un amanecer en el mar.

Las mesas de madera tienen marcas de tazas.

Y las sillas crujen como si quisieran participar en las historias.

Al fondo de la cafetería, una pequeña escalera de madera lleva a un rincón especial.

Este es mi lugar favorito. Una ventana grande que deja entrar la luz del sol.

Y un sofá grande, color miel, que parece abrazarte cuando te sientas.

Está rodeado de estanterías llenas de libros viejos.

Y siempre hay una manta doblada sobre el respaldo, como invitándote a quedarte un rato más.

Es un lugar donde los recuerdos se van acumulando como las tazas vacías.

Cada una con su propia historia, como si el café que se sirvió hubiera dejado una huella en el alma, tan profunda y cálida como el abrazo de un amigo.

Aquí el café no se sirve, se crea.

Detrás de la barra, el dueño de la cafetería, un hombre de manos cuidadosas, se toma su tiempo para prepararlo.

Los granos de café, ya tostados, esperan en un pequeño frasco de cristal.

Él los muele a mano, con un molinillo antiguo que cruje ligeramente.

Y al hacerlo, desprende un aroma profundo, cálido y muy reconfortante, que llena todo el espacio.

En los estantes descansan varias cafeteras antiguas, algunas de hierro y otras de cobre, que parecen haber sido testigos de cientos de conversaciones.

Con el paso de los años han adquirido un brillo apagado, pero cada una de ellas tiene su propio carácter, su propia historia de cómo el aroma a café se desbordó por primera vez.

La cafetera donde prepara el café es robusta, parece tener tantas historias como la misma cafetería.

Su cuerpo de metal pulido refleja la luz tenue de las lámparas y el sonido suave, pero constante, del café que comienza a salir, lo llena de energía.