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El rey Uzías comenzó su reinado con humildad y dependencia de Dios. Mientras buscó al Señor, fue...
El rey Uzías comenzó su reinado con humildad y dependencia de Dios. Mientras buscó al Señor, fue prosperado. La Biblia dice:
«Mientras buscó a Dios, Dios lo prosperó.» (2 Crónicas 26: 5)
Dios le dio éxito militar, crecimiento económico, respeto entre las naciones y avances tecnológicos. Pero algo cambió cuando llegó al punto más alto de su éxito.
«Mas cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina.» (2 Crónicas 26: 16)
Uzías dejó de depender de Dios y comenzó a confiar en sí mismo. Se sintió tan poderoso que creyó que podía hacer lo que sólo los sacerdotes debían hacer: entrar al templo y ofrecer incienso. Su soberbia lo llevó a invadir un lugar santo, desobedeciendo directamente la ley de Dios.
Y fue allí, en medio de su arrogancia, que Dios lo confrontó: la lepra apareció en su frente. Uzías terminó aislado, separado del templo y del pueblo, y murió marcado por un error que nació del orgullo.
🧠 ¿Qué podemos aprender?
El éxito no es excusa para dejar a Dios.
A veces, cuando todo nos va bien, dejamos de orar, dejamos de buscar a Dios. Pero el momento en que más necesitamos humildad es cuando todo parece estar en orden.
La soberbia es peligrosa.
No se ve a simple vista, pero puede arruinar lo que tardamos años en construir. La Biblia dice que “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Santiago 4: 6).
El llamado de Dios tiene límites claros.
No todos los roles nos pertenecen. El rey era rey, pero no sacerdote. El desorden espiritual comienza cuando ignoramos los límites que Dios estableció.
Un buen comienzo no garantiza un buen final.