🎙️💻 Semiconductores y soberanía: la nueva guerra fría tecnológica 3ou5c

Bienvenidos a un nuevo episodio del podcast de Política Room. Yo soy Daniel Gil y como siempre está aquí conmigo mi compañero Iván López. Iván, ¿qué tal? ¿Cómo vas? ¿Qué tal, Dani? Pues bien, deseando tener una nueva charla contigo dentro de esta tan convulsa realidad internacional en la que vivimos hoy en día. Sí, desde luego y últimamente la verdad que parece que cada vez más, ¿no? Al final estamos inmersos en una istración estadounidense que, bueno, que todos los días ofrece nuevas noticias que parece que van a cambiar el orden mundial y relacionado con eso, aunque no directamente, está el tema que vamos a tratar hoy. Hemos querido un poco dar un poco de oxígeno con este podcast y no hablar tanto de Donald Trump al final, de los aranceles, etcétera, sino centrarnos en un tema que permea toda la política internacional independientemente del país en el que estemos.

Toda la economía global y diversas dinámicas tanto regionales como globales que están muy interconectadas como veremos en el podcast de hoy y hoy vamos a hablar de semiconductores, Iván. Sí, efectivamente, Dani, como bien tú comentabas, hoy vamos a tratar un tema que no afecta, bueno, que no está directamente relacionado con el tema de aranceles, de Donald Trump, pero sí que toca un poco todos estos factores y, como bien tú comentabas, el tema de los semiconductores. Actualmente en el centro de esa rivalidad tecnológica entre Estados Unidos y China, por ejemplo, se encuentra una pieza diminuta pero que puede ser decisiva, como es el semiconductor. Este componente, que también conocemos como chip, no solo es esencial para la electrónica moderna, desde smartphones hasta automóviles, sino que constituye el motor computacional de esta economía digital y cada vez más de las capacidades estratégicas de los estados.

Podríamos empezar diciendo un poco qué son los chips y cómo afectan a toda esta infraestructura digital. Digamos que posibilita estas tecnologías emergentes como la inteligencia artificial generativa, los sistemas de defensa autónomos, las telecomunicaciones 5G y la computación cuántica. Su producción exige una cadena de suministro de altísima complejidad, que combina propiedad intelectual, materiales ultrapuros, maquinaria especializada y también una ingeniería de precisión extrema. En este contexto, la propia istración Trump había dado señales, desde que comenzó su legislatura, de profundizar en las restricciones impuestas por su antecesor Joe Biden en ese esfuerzo por desacoplar tecnológicamente a China y contener su avance en sectores clave.

Entre algunas de estas medidas más relevantes estaban estos controles de exportación sobre equipos de litografía avanzados, como son los denominados sistemas de ultravioleta extremo, EVE, fabricados por la empresa neerlandesa ASML, sin los cuales es imposible producir chips de última generación, que son los que están por debajo de los 7 nanómetros. El gobierno de Donald Trump había impulsado una serie de rondas de sanciones dirigidas a empresas chinas clave, como Huawei, y había iniciado conversaciones con Japón y Países Bajos para limitar incluso el soporte técnico y el mantenimiento de equipos ya instalados en fábricas chinas. Esta estrategia de presión indirecta apunta también a deshabilitar la capacidad operativa de los actores chinos, incluso en ausencia de nuevos bloques tecnológicos.

¿Esto había funcionado? Pues lo que hemos estado viendo es que no del todo, porque pese a ello China había mostrado avances notables. Huawei, por ejemplo, había logrado lanzar en 2023 un smartphone alimentado por un chip de 7 nanómetros, desarrollado internamente con herramientas de fabricación domésticas, probablemente a través de su mundial S&C, lo cual representa, digamos, un logro también técnico significativo, dadas las restricciones que había impuesto Estados Unidos.

Aunque estos chips aún habían estado lejos del rendimiento de las GPU de última generación fabricadas por empresas como puede ser Nvidia, el hecho de que China esté desarrollando también un ecosistema alternativo genera cierta inquietud.