La mejor decisión【Cuentos para 💖 aprender VALORES】 u4p6n

La mejor decisión. Era una noche oscura y silenciosa. Las calles estaban desiertas, iluminadas apenas por la luz tenue de unas viejas farolas. Un hombre caminaba hacia casa, sumido en sus pensamientos y en el ritmo acompasado de sus propios pasos.

La brisa, fría y la niebla le cortaban la piel, pero su mente estaba ocupada con las preocupaciones del día. De pronto, un ruido rompía la siniestra noche, un sonido que provenía de un arbusto cercano. El hombre se detuvo en seco, frunció el ceño y afinó el oído. Al principio pensó que podía tratarse de un animal callejero buscando refugio, pero lo que escuchó después le erizó la piel.

Eran gritos ahogados, como si alguien estuviera intentando silenciarlos. Parecía una pelea, un asalto. No lo sabía, pero la angustia en aquellos sonidos era inconfundible.

Con el corazón latiéndole con fuerza, el hombre dio un paso hacia el arbusto. Cada movimiento parecía durar una eternidad. Si se esforzaba, podía escuchar claramente los sonidos de un forcejeo, ropa rasgada, gruñidos y un llanto desesperado que se entrecortaba con palabras inaudibles. Aun se acercó un poco más e incluso se acachó para tratar de entender mejor lo que sucedía, mientras su mente corría en mil direcciones.

¿Estaba siendo alguien atacado? En ese momento una batalla interna comenzó en su corazón. Su mente le gritaba que huyera, que no se involucrara.

Es peligroso, pensó. ¿Qué pasará si el atacante está armado? Tengo familia, tengo responsabilidades. Sería una locura arriesgar mi vida. Quizás debería llamar a la policía. Pero una mirada al reloj le recordó que las autoridades no llegarían a tiempo. Cada segundo que pasaba podía ser crucial.

Y mientras reflexionaba, sintió un nudo en el estómago. ¿Podría vivir conmigo mismo si decido no hacer nada? Sabía que tenía dos opciones, ignorar lo que estaba ocurriendo y seguir su camino, o actuar, aunque eso significara arriesgarlo todo. En su interior una chispa de valentía comenzaba a arder, iluminando las sombras de sus dudas. Así que inspiró profundamente, tratando de calmar los temblores en sus manos. Y entonces, con un grito que sorprendía tanto a él como al atacante, se lanzó hacia los arbustos.

La pelea que siguió fue corta pero intensa. El hombre no era un luchador, pero el deseo de protegerlo lo llenó de una fuerza que no sabía que poseía.

Forcejeó con el asaltante, recibiendo golpes y devolviendo a algunos también. Hasta que finalmente el agresor decidió huir. Salió corriendo en la oscuridad hasta desaparecer, dejando tras de sí una quietud pesada. El hombre se dejó caer al suelo, jadeando y sintiendo como la adrenalina le invadía el cuerpo. Sus manos temblaban mientras trataba de recomponerse. Recordó entonces por qué había intervenido.

Giró la cabeza hacia el árbol, donde había visto a alguien esconderse. Podía distinguir una figura agachada sollozando. En la penumbra, esos sollozos parecían resonar con una intensidad que llenaba el silencio. Pero sin querer asustar, mantuvo su distancia y dijo, todo está bien, el ladrón ya se ha ido, ya estás a salvo.

Esperó una respuesta, pero esta no llegó de inmediato.

Así que se inclinó ligeramente hacia adelante, tratando de ver mejor. Había algo extrañamente familiar en la figura que se escondía detrás de los arbustos. Pasaron así varios segundos en silencio que le parecieron eternos. Entonces, una voz temblorosa y entrecortada respondía desde la oscuridad. Papi, ¿eres tú? El hombre sintió que el mundo se detenía. Reconoció de inmediato aquella voz tan familiar y tan querida. No podía ser cierto. Se puso de pie tambaleándose y avanzó con cautela hacia ella.

Por fin.